Categorías
Internacional

Invasión a Ucrania: un reclamo por la democracia, los derechos humanos y la paz mundial

El jueves 24 de febrero de 2022 quedará en los libros de historia como un hito de la infamia: como nunca antes se ha violado el nuevo orden mundial fundado en la paz, la democracia y el respeto de los derechos humanos que ni siquiera la polarización de la Guerra Fría había podido quebrar.

La Segunda Guerra Mundial, desencadenada por la invasión nazi de Polonia, fue un episodio catastrófico en la historia humana, signado por la desolación y la muerte. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con la Primera Guerra Mundial, que dejó latente la posibilidad de un futuro conflicto, 1945 abrió paso a un largo período de paz y estabilidad. El proceso de justicia retroactiva contra los principales responsables de los crímenes de guerra y los asesinatos en masa, la creación de las Naciones Unidas y la sanción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sentaron las bases para una nueva era. Con los inevitables vaivenes, la utopía kantiana de la paz perpetua, expresión máxima de la Ilustración, se hacía realidad.

La invasión de Ucrania nos sitúa ante la mayor amenaza que ha vivido el mundo desde 1945, una guerra que viola las normas fundamentales del derecho internacional. Ucrania es un Estado independiente y soberano cuyo territorio ha sido agredido por un invasor que ataca a la población civil, bombardeando hospitales, maternidades y centrales nucleares con armas prohibidas, bajo el pretexto de recomponer una dudosa “comunidad de sangre”. Han muerto niños indefensos y miles de ciudadanos que huyen por los supuestos corredores humanitarios. El riesgo es extraordinario: Rusia posee más de seis mil armas nucleares con cuyo uso amenaza a la humanidad y busca disciplinar a una democracia pluralista y propagar su modelo autocrático. Se ha convertido en un Estado fuera de la ley.

Categorías
Buena Gobernanza Opinión Política Sociedad

Malestar en democracia: un tema importante, pero descuidado

Un tema importante pero descuidado, es el título del prólogo del maestro Guillermo O’Donnell en un libro de mi autoría llamado “El Caso Chile”. Recientemente tuve el honor de participar en una jornada homenaje al entrañable politólogo en el marco del ciclo “Ideas, debates y controversias en torno a la teoría de la democracia de Guillermo O’Donnell” organizada por la Facultad de Derecho de la UBA; junto a Karla Valverde Viesca y Ricardo Gil Lavedra conversamos acerca de un tema tan vigente y actual como “El malestar en la democracia: transición, consolidación y disonancias democráticas.”

La opinión de un ciudadano

Pocas veces se cuenta con el privilegio de compartir panel con reconocidos y destacados profesionales y muchas menos en ocasión de homenaje a una mente destacada del pensamiento democrático como Guillermo O’Donnell. Por eso me tomé la licencia de aprender de mis compañeros de panel y opinar inicialmente como un ciudadano, preocupado y ocupado en fortalecer la democracia.

O’Donnell pensó la teoría democrática como pocos, le dio una impronta personal y se destacó por observar la realidad bajo un prisma localista en términos latinoamericanos.

Categorías
Opinión Política Sociedad

La calidad de las instituciones importa

Foto por @franjianhua en Freepik

La democratización y la globalización –entendida como la creciente integración de los mercados de mercancías y servicios, tanto reales como financieros– son procesos que distinguen la evolución de los asuntos globales desde la segunda mitad del siglo pasado. En América Latina, caracterizada durante décadas por la existencia de gobiernos dictatoriales, la oleada democrática se inicia con la presidencia de Raúl Alfonsín y hoy casi nueve de cada 10 latinoamericanos viven en países con gobernantes elegidos por la voluntad popular.

La pandemia que azota al mundo –aun sin saber cuándo termina y cuántas víctimas deberemos lamentar– además de provocar, entre otras desventuras, por primera vez en los treinta años de su existencia un retroceso en el Índice de Desarrollo Humano, construido por las Naciones Unidas, también impacta en el funcionamiento institucional de todos los países.

Según Freedom House, organización basada en Washington D.C. que realiza mediciones sistemáticas globales sobre libertades civiles y políticas desde 1970, el año pasado se redujo la puntuación en 73 países que reúnen al 75% de la población mundial. Ese registro incluye, entre otros países, a China, la India y Estados Unidos.

Del mismo modo, en el último Índice Democrático, que publica The Economist, 2020 es el año de mayor retroceso mundial en las libertades individuales en épocas de paz. En el Índice, que clasifica los países en cinco categorías, cae la calidad democrática en todas las regiones.

Categorías
Economía Política

La buena política debe prevalecer

Aún sin conocer el número final de enfermos y víctimas fatales -en el mundo hay, al momento de escribir estas líneas, cerca de 16 millones de casos y más de 600.000 muertos- las consecuencias de la pandemia, en términos económicos y sociales, son dramáticas e históricas tanto a escala global, como en la región de América latina y, también, en nuestro país.

Según la OIT, las horas de trabajo perdidas en el mundo en el segundo trimestre de este año son equivalentes a alrededor de 300 millones de empleos de tiempo completo. Por su parte, Oxfam, la organización localizada en Londres, basándose en estudios de la UN University calcula que se sumarán 500 millones de personas, el equivalente al 8% de la población mundial, al contingente de pobres del mundo.

Para nuestra región de América Latina, en tanto, la CEPAL estima que cerca de tres millones de empresas cerrarán sus puertas, y que la riqueza por habitante caerá este año a valores equivalentes al año 2010, consolidando así una nueva década perdida en términos económicos.

Frente a este panorama dramático, donde crecen los miedos individuales y las angustias sociales -que son nutrientes para la emergencia o avances de liderazgos autoritarios-, la primera responsabilidad de los gobernantes de todas las latitudes es proveer certidumbre.

Categorías
General Política

El acuerdo más logrado

Alfonsín la llamó “la Constitución de todos”. A 25 años de su aprobación no hay duda de que el ex Presidente tenía razón. La Constitución Nacional de 1994 que hoy nos rige  fue el acuerdo mas cabal que hemos logrado los argentinos.

En ocasión de los 25 años de la Constitución Nacional de 1994, estuve en la Facultad de Derecho de la UBA, junto a Graciela Fernández Meijide y Alberto García Lema, colegas convencionales constituyentes, para conversar sobre reforma y democracia.

Me interesaba repasar el contexto político que condujo a la aprobación de la reforma constitucional.

La Constitución del ’53 había creado un presidencialismo intenso que tenía como contrapartida un poder legislativo débil; se había instalado a través de esa Carta Orgánica una asimetría en los pesos y contrapesos recomendados por la teoría política. Era, además, una Constitución con un menguado poder de control.

El primer antecedente de la reforma del ’94 es la solicitud que hizo Alfonsín, en marzo del ’86, al Consejo de la Consolidación de la Democracia. Le había requerido que -sin tocar la parte doctrinaria- razonara en la búsqueda del perfeccionamiento de la parte orgánica de la Constitución, sin cambios de extensión y condición del mandato (ver “Presidencialismo vs. parlamentarismo: materiales para el estudio de la reforma constitucional”, Eudeba, 1988).

Ocho años antes de la reforma del ’94, Alfonsín había iniciado el estudio de antecedentes para lograr una Constitución que atenuara el presidencialismo intenso de la que regía entonces.

Por otro lado, el Partido Justicialista había conformado una Comisión de Reforma Constitucional ad hoc, que había tenido varias reuniones en el año ’87, en mayo en La Falda, en junio en Bariloche y en noviembre en Parque Norte de la Ciudad de Buenos Aires.