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Un presidente que logró ponerles un freno a los golpes militares recurrentes

Artículo publicado en el suplemento “1945-2025: Protagonistas x Protagonistas” por los 80 años del Diario Clarín.

El año 1983 significó el inicio de un auténtico cambio de época en la Argentina, que además contribuyó de manera decisiva a la democratización del cono sur de América Latina, a pesar de las tensiones propias de la Guerra Fría y la polarización entre las superpotencias que dominaban la escena global.

El régimen del Proceso de Reorganización Nacional (PRN) dejó nuestro país sumido en una poli crisis signada por un inédito descrédito internacional como resultado de una guerra perdida contra una potencia de la OTAN, el desconocimiento de un laudo arbitral en un litigio que casi nos condujo a un conflicto armado con Chile, la participación de oficiales del Ejército Argentino en el entrenamiento de fuerzas irregulares en Centroamérica y el involucramiento en un golpe de Estado en un país limítrofe; por las consecuencias del terrorismo de Estado y la represión ilegal a la violencia de grupos armados y por los resultados de una política económica que dejó una deuda externa estatizada que amplificó una pronunciada crisis fiscal y una inflación anual de tres dígitos que reforzó el es­tancamiento productivo iniciado en el gobierno peronista precedente.

El presidente Raúl Alfonsín se propuso un objetivo cardinal: terminar con la dinámica de golpes militares recurrentes que habían caracterizado la vida institucional del país desde el primer alzamiento en 1930, y tenía la convicción que el cumplimiento de ese propósito requería que la democracia también se arraigara en la región.

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La autocracia de mercado de Milei

-Por primera vez en muchos años se encuentra alejado de la política nacional y partidaria. ¿Cómo se ve la coyuntura desde afuera, en esta especie de impasse?

-Es cierto, no tengo ningún tipo de responsabilidad política, partidaria o institucional. El tiempo, los años y la experiencia me permiten hacer un análisis fundado de lo que veo. En el mundo votaron o votarán 70 países este año, es decir, la mitad de la población mundial va a estar tomando decisiones. Pero eso no quiere decir que haya un fortalecimiento democrático, sino que vivimos una etapa de recesión democrática, donde hay una suerte de cuestionamiento extendido al funcionamiento institucional conocido como la democracia liberal. Eso para mí es un problema, tanto en la región, en América Latina, como en la Argentina y también en otros países desarrollados del mundo.

-El 10 de septiembre se cumplieron nueves meses de gobierno de Javier Milei. ¿Es lo que esperaba ver a esta altura, o le sorprende el rumbo de la gestión?

-Milei fue una sorpresa en la política argentina, el resultado de varias claves. La primera fue el clima de época global del cual hablamos, la segunda fue el desastre de cuatro gobiernos del peronismo y la tercera, las equivocaciones de la coalición Cambiemos. Milei expresó, o canalizó, la insatisfacción social, la angustia y el deseo de cambio. La pregunta es si lo que él encarna y plantea es una solución para los problemas argentinos. Mi respuesta es “No”, porque está demostrado que en América Latina los países que progresan son aquellos que tienen calidad institucional. Actualmente, hay tres países que tienen democracia plena: Uruguay, Chile y Costa Rica. Redujeron la pobreza, hicieron una buena gestión de la pandemia y tuvieron menores indices de corrupción relativos. Uno de los principales problemas es la calidad de las instituciones. El presidente Milei subestima, cuando no desprecia, la dimensión institucional.

-¿Espera un cambio de postura en algún momento del Gobierno en ese sentido?

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La paradoja de los 40 años

“No hay, no puede haber, buenas finanzas públicas
donde no hay buena política” L.N. Alem (13/4/1890)

Una paradoja inesperada se combinó con el aniversario de los 40 años de democracia ininterrumpida en la Argentina, el período más extenso de nuestra vida institucional.

En efecto, en un desaire a la historia, asistimos a la asunción de un legítimo presidente que carece de partido; que solo cuenta con dos años de experiencia personal en la acción política y que, dueño de una personalidad extravagante, llama la atención de los observadores y analistas del exterior.

Además, la nueva administración se postula como iniciadora de un cambio revolucionario y sostiene que repondrá a la Nación en una posición de liderazgo extraviada desde hace más de cien años.

En lo que sigue se intenta, eludiendo razonamientos simplistas y el falso atajo de las frases hechas, analizar las causas de ese imprevisto resultado electoral y, a continuación, se identifican los puntos nodales  de la estrategia oficial que puede conducir a los argentinos a una mayúscula frustración colectiva.

¿Avanza la libertad ?

Una de las características que distingue a la situación global, particularmente desde la crisis financiera del 2008, es la inestabilidad sistémica y, también, la erosión de los consensos vigentes tanto domésticos como internacionales.

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Una Oposición con papel protagónico

Frente al resultado de las elecciones generales y pase lo que pase en el balotaje, Juntos x el Cambio -y la UCR dentro del espacio- ejercerán un papel clave como fuerza opositora. 

Reportaje, Diario La Nación, domingo 22 de octubre de 2023

El pasado domingo de elecciones, La Nación publicó un reportaje que me hizo la periodista Sofía Diamante. Luego de conocer el resultado -que no era el que esperaba, claro está- verifico no obstante que todas las premisas que planteé en el artículo están plenamente vigentes en el nuevo escenario; uno en el que Juntos x el Cambio tiene el papel protagónico de opositor, sea cual fuera el resultado del balotaje del 19 de noviembre entre Sergio Massa y Javier Milei. Esas premisas son:

  • Urge la formulación de un programa de estabilización. Las tasas de inflación actuales son insoportables e imposibilitan la planificación de las actividades de los actores económicos, tanto  los productores como los consumidores.
  • Junto con el programa de estabilización se requiere formular un programa económico integral, que contemple la integración al mundo, con equipos e integridad de los gobernantes.
  • Para llevar a cabo estos programas será necesario construir poder político y contar con licencia social para afrontar sus impactos.
  • Levantar la economía y generar un horizonte de esperanza requiere no sólo de programas económicos, sino de solidez y credibilidad en las instituciones. Lo demuestran los ejemplos de Chile y Uruguay, sociedades que se apegan a las leyes y donde hay una cultura de acuerdo y compromiso entre actores políticos: en dos décadas redujeron los niveles de pobreza en 30 y 15 puntos porcentuales respectivamente.

Desde el lugar de oposición que nos dieron las urnas y con la fortaleza legislativa y territorial de la UCR y del espacio que integramos, Juntos x el Cambio, debatiremos, apoyaremos y buscaremos agregar valor a todas las iniciativas que conduzcan al país por la senda del progreso, que se enmarcan en las premisas mencionadas. No toleraremos la corrupción o las medidas populistas que hunden cada vez más al país.

El comunicado que publicó ayer el Comité Nacional de la UCR, expresa con claridad la misión de nuestra coalición, junto con la fortaleza para lograrlo: “Los argentinos colocaron a nuestra coalición en un rol de oposición. Y eso es lo que debemos hacer. Esa responsabilidad es sumamente relevante, ya que contamos con 10 gobernadores, cientos de intendentes, 93 diputados y 24 senadores nacionales”.

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Opinión Política U.C.R.

Para Vencer, Convencer

“Si la confianza en las instituciones desaparece, nuestra civilización se vendrá abajo.” Yuval Noah Harari

A mediados de los años setenta, al tiempo que nuestra sociedad vivía en el paroxismo de la violencia política, se agotó el patrón productivo que nos distinguió por décadas -la industrialización sustitutiva de importaciones-, esquema que no fue reemplazado por otro mejor y más sostenible, tanto en términos económicos como sociales.

El deterioro se ilustra en un reciente estudio del Real Instituto Elcano, publicado en ocasión del inicio de la presidencia española de la Unión Europea, que registra el pobre desempeño de la economía argentina en el periodo 2000-2023. Sus principales datos son:

  • 10 años de crecimiento negativo
  • 16 años de inflación anual superior al 10%
  • 2 años de déficit fiscal superior al 3% del PBI
  • 9 años de déficit fiscal superior al 5% del PBI
  • 13 años de la ratio deuda pública-PBI, mayor al 50%
  • 2 años de la ratio intereses de la deuda pública-ingresos públicos superior al 15%

Con estos datos, Argentina se convierte, junto con Venezuela, en la triste excepción de América Latina, una región que puede mostrar éxitos en evitar desbordes inflacionarios, merced a la combinación de una comprobada prudencia fiscal y flexibilidad cambiaria, lo que reduce los riesgos de crisis en la balanza de pagos de los países. Estas condiciones no garantizan el desarrollo económico, pero sí son una condición necesaria para el progreso social.

La extraviada política exterior del kirchnerismo ha afectado negativamente la credibilidad de la Argentina como socio confiable, algo imprescindible en el particular contexto de reconfiguración del poder global. 

Con relación al funcionamiento de las instituciones, otra condición necesaria del crecimiento económico, la Argentina tampoco es un ejemplo a imitar. El principio fundacional de la efectiva división e independencia de los poderes está afectado por el empecinamiento oficial por controlar la Justicia.

Esa voluntad de disciplinar la justicia pretende instrumentar una definición política ofrecida por destacados líderes del oficialismo por la cual los principios de la revolución francesa de 1789 son ejemplo de un anacronismo que, a esta altura de la historia, debe ser superado.

La afectación de la calidad institucional ciertamente impacta sobre los derechos de los ciudadanos y, también, sobre la previsibilidad de las normas, condición necesaria para la inversión productiva del sector privado.

Del mismo modo, la extraviada política exterior oficial, al tiempo que enajena las credenciales democráticas y de promoción de los derechos humanos que distinguen a la Argentina desde 1983, afecta negativamente la credibilidad y la percepción de socio confiable, algo imprescindible en el particular contexto de reconfiguración del poder global.

Con este telón de fondo, los argentinos vamos a elegir presidente por décima vez desde 1983.

El actual gobierno finaliza su administración en diciembre, sin que ninguno de los integrantes del “ticket presidencial” intente, siquiera, renovar su mandato. Esta situación es prácticamente inédita en la historia de los cuatro países de América Latina que, además del nuestro, admiten la reelección inmediata: Brasil, Ecuador y República Dominicana.

El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner -el del populismo movimientista en la acción política y el facilismo cortoplacista en la política económica-, será recordado por: