Participé de un Seminario organizado por la Fundación Europea de Estudios Progresistas con la presencia de actores políticos de ambos lados del Atlántico, entre los que se encontraban – entre otros- el ex Presidentes del Consejo de Ministros de la República de Italia Massimo D’ Alema, el Secretario General de la OEA José Miguel Insulza y el Asesor en temas internacionales del Presidente Lula, Marco Aurelio García. El Panel donde me tocó hacer la presentación tenía por título ” ¿Donde va América Latina?” .
Mi ponencia, luego de señalar las luces y las sombras de la historia reciente de la Región – democratización pero 22 Presidentes electos que no concluyeron sus mandatos, crecimiento entre los años 2002-2008 pero la región más desigual del mundo, fin de la tutela militar pero una tasa de homicidios anual que duplica el promedio mundial- se centró en las dificultades para afrontar los desafíos de la construcción de ciudadanías plenas en los países de América Latina.
Estas incertidumbres pueden resumirse en los interrogantes sobre la evolución de la economía global, verdadero motor de la recuperación económica de la Región, y la aptitud para la gobernabilidad democrática de los sistemas políticos de los nuestros países.
Contra éste último propósito conspira el desarrollo de los populismos que, a decir verdad, también tienen vigencia en Europa. O no son evidentes las coincidencias de Chávez y Berlusconi en su concepción patrimonialista del poder?
Categoría: Política
En el mes de Abril, cuando se reunió en Buenos Aires el Comité Latinoamericano de la Internacional Socialista, publiqué un comentario que incluía el Informe que había preparado para el Comité Nacional sobre la Misión a Venezuela que integré en el mes de Enero.
Hoy en la Reunión del Consejo Mundial de la IS se aprobó, sin observaciones, el Informe Final de la Misión a Venezuela de la IS que visitó Caracas a principios de año.
Tal vez el párrafo que mejor sintetiza el documento es el que dice que el Régimen de Chavez se distingue por la utilización de ” instrumentos de un mecanismo autoritario de nuevo tipo, de una democradura ( gobierno de origen democrático con un ejercicio real autoritario) moderna, que fueron descritos de manera recurrente y convergente a los largo de las reuniones y entrevistas llevadas a cabo por los miembros de la Misión. Expresiones tales como: “rutina autoritaria”, “criminalización de la contestación”, “constitucionalismo revolucionario”, “inseguridad e impunidad”, ” terror y corrupción”, reaparecen frecuentemente en las exposiciones”.
Una iniciativa conjunta de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) concretó un trabajo que acaba de ser publicado: se trata de La Democracia de Ciudadanía: Una Agenda para la Construcción de Ciudadanía en América Latina. El Documento , que sintetiza el trabajo de la iniciativa conjunta OEA-PNUD, se plantea contribuir a la formulación de políticas públicas orientadas a disminuir los déficits de ciudadanía que afectan a las democracias latinoamericanas.
El documento, en el cual colaboré en los temas referidos al papel de los Congresos en la etapa de la pos transición democrática, trae una definición de democracia muy operativa: “ es una forma de organización de la sociedad con el objetivo de ampliar la ciudadanía, evitar o limitar la dominación de individuos o grupos que impidan este objetivo y lograr la perdurabilidad de la organización democrática”
El texto tambíén alerta sobre el peligro de sucumbir ante la demagogia y el facilismo económico. Dice: “ esto es riesgoso, no sólo para la estabilidad económica sino tambíén para la democracia, quizás tanto como no alcanzar los mínimos indispensables para una organización democrática de la sociedad. Lo políticamente popular puede ser social y económicamente insostenible, generar expectativas irrealizables y materializarse en mayores retrocesos y frustraciones para la ciudadanía. El facilismo económico se vuelve así enemigo de los intereses mayoritarios”.
El Embajador de Chile en el país renunció a su cargo luego de la controversia producida por sus declaraciones en las que afirmó que “ la mayor parte de Chile no sufrió la dictadura sino que, al contrario, se sintió aliviada”.
Estas apreciaciones ignoran los actos de violencia ejercidos desde el Estado autoritario presidido por Augusto Pinochet a partir de 1973, que llevó incluso al Papa Paulo VI a expresar a la prensa mundial su congoja por la “represión sangrienta”, a causa de los cuales alrededor de cinco mil personas recurrieran al auxilio de embajadas y organismos internacionales y que unas cuatrocientas cincuenta mil personas marcharan al exilio. Además, por cierto, de las más de dos mil víctimas del terrorismo de Estado identificadas por la Comisión presidida por el Dr Raúl Rettig, prestigioso abogado de filiación radical que fuera Embajador en Brasil durante la Presidencia de Salvador Allende.
Ahora bien, la dictadura chilena tuvo, en sus extensos diecisiete años de vigencia, relaciones notoriamente diferenciadas con los distintos gobiernos de nuestro país: desde las condecoraciones a Pinochet y el inicio del Plan Cóndor durante el Gobierno Peronista hasta la ovación recibida en el tristemente célebre Estadio Nacional por el Dr Raúl Alfonsín cuando asumió el Gobierno democrático de la Concertación en 1989.
De esa sombra de Pinochet en la política argentina trata el artículo de mi autoría que publicó Clarín en ocasión de su muerte.
Hoy se cumplen 40 años del secuestro seguido de asesinato, que unos pocos insisten en llamar “ajusticiamiento”, de Pedro Eugenio Aramburu que, tanto Clarín como Perfil, recuerdan en sus ediciones del día en lo que constituye el acta de nacimiento y, al tiempo, bautismo de fuego de la organización político-militar Montoneros.
La llamada Operación Pindapoy por la organización Montoneros – en ese entonces compuesta por una docena de integrantes entre los que se contaban algunos con oscuros orígenes ideológicos en el rancio nacionalismo integrista que admiraba el falangismo español- terminó por conformar un grupo de profesionales de la violencia que reconocían la vigencia de una “ciencia militar”, según documentos de su Conducción Nacional.
La saga de los Montoneros ha sido extensamente analizada en los años recientes luego del pionero ensayo de Pablo Giussani “Montoneros: La Soberbia Armada”. El texto, comentado por Ernesto Sábato como “un libro de trascendencia histórica, conmovedoramente honrado, admirablemente escrito”, demuestra que – más allá del declaracionismo izquierdista- las inclinaciones, estilos y creencias ideológicas de los Montoneros pertenecen inconfundiblemente al acervo cultural de la derecha.
A estas alturas no importa tanto si como recuerda Richard Gillespie en su libro “ Montoneros: Soldados de Perón” , citando el diario catalán La Vanguardia del 5 de Agosto de 1970, el jefe Montonero Mario Firmenich realizó veintidós visitas al Ministerio del Interior de la dictadura durante los meses de Abril y Mayo de 1970.
Tampoco es demasiado relevante si el propio Firmenich era colaborador de los servicios de inteligencia argentinos como informa Martin Andersen, en “Dossier Secreto: El Mito de la Guerra Sucia”, con datos obtenidos de diplomáticos estadounidenses acreditados en Buenos Aires.
Sí, en cambio, es pertinente admitir que el asesinato de Aramburu contribuyó de manera decisiva a la espiralización de la violencia política, que alcanzó en la Argentina el paroxismo con el golpe de Marzo de 1976 cuando se institucionalizó plenamente el terrorismo de Estado, anticipado por la Triple A durante el tercer Gobierno Peronista .
En ese golpe todos los actores políticos – partidos, sindicatos, medios de comunicación, nucleamientos empresarios, fuerzas espirituales y organizaciones guerrilleras – tuvieron una cuota de participación más o menos comprometida.
¿ Y cual fue la de los Montoneros? Escuchemos de la propia boca de su Comandante Mario Firmenich en un reportaje, a bordo de un avión que cruzaba el Atlántico, a Gabriel García Márquez: “ A fin de Octubre de 1975, cuando todavía estaba el Gobierno de Isabel Perón, ya sabíamos que se daría el golpe dentro del año. No hicimos nada para impedirlo porque, en suma, el golpe formaba parte de la lucha interna en el Movimiento Peronista. Hicimos, en cambio, nuestros cálculos, cálculos de guerra, y nos preparamos a soportar, en el primer año, un número de pérdidas no inferior a mil quinientas bajas”.
No es posible reclamar más precisión ni claridad, verdad?