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Italia: 50 Años de Historia en 8 Minutos

Decir que Ettore Scola es un destacado guionista y director,  representativo del mejor cine italiano, no constituye novedad para aquellos que han disfrutado de obras como Un día Particular, con Marcello Mastroianni y Sofía  Loren, esa historia que transcurre el día de la visita de Hitler a Roma. O aquella otra, en formato documental,  titulada Adiós a Enrico Berlinguer, el histórico líder del PC italiano, del año 1984.

Por eso, cuando un amigo me hizo conocer este trabajo – breve  en tiempo pero de sustancia inmensa-   que resume la historia de Italia entre 1943 y 1997, me pareció que era imperioso compartirlo.

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Lecturas Recomendadas

En este número de Escenarios Alternativos publicamos, a modo de homenaje póstumo, la última entrevista concedida de Carlos Floria.
La habitual Coyuntura Política titulada, ALGO PERSONAL, trata la situación dela re reelección. La fatiga del oficialismo, las tensiones en el peronismo y la emergencia de Daniel Scioli, configurando un escenario cambiante. El divorcio de las clases medias y sectores sindicales con el gobierno, por primera vez en diez años de kirchnerismo. El encono de Hugo Moyano. La judicialización de los conflictos que afronta al gobierno con bonistas que no entraron en el canje y con los medios.
COMPRENDER EL 8N, por Luis Tonelli, analiza las reacciones del gobierno ante la segunda protesta masiva del año, señalando que: al gobierno le está ocurriendo lo peor que podría pasarle después del masivo cacerolazo del 8N: el no entenderlo. Por lo menos, así parece si nos ceñimos a las declaraciones de la Presidenta y sus primeras espadas mediáticas. Para el oficialismo, la protesta fue “minoritaria” y “organizada por los sectores corporativos cuyos intereses han venido siendo afectados por las políticas del Gobierno”.
En la misma línea temática, Alejandro Bonvecchi publica su MEMO A PRESIDENCIA. Problema: cómo responder a la magnitud de la manifestación, sus demandas y sus efectos políticos. Diagnóstico: la manifestación superó las previsiones. Las demandas planteadas pueden observarse desde dos perspectivas. Si se las mira como provenientes de un bloque sociopolítico rival al oficialista, la respuesta adecuada sería enfrentarlas. Si se las considera provenientes de masas políticamente disponibles para ser conducidas por quien las tome en cuenta, cabe analizarlas en detalle.
En el plano de la economía local, José María Fanelli en, LA INFLACIÓN, EL MONETARISMO Y LA “HIPÓTESIS DE GEORGETOWN”, aborda los últimos movimientos en torno a este problema que ha estado ocupando un espacio protagónico en el último mes. Un primer disparador lo constituyó el hecho de que el FMI le fijara un plazo a la Argentina para mejorar la metodología que usa el INDEC. También influyó que varios actores sociales, entre los que se destacaron varios sindicatos oficialistas y no oficialistas, declararan no estar dispuestos a tomar en cuenta la inflación del INDEC a la hora de decidir sus reclamos.
En, RADIOGRAFÍA DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN LA ARGENTINA POSCONVERTIBILIDAD, Eduardo Levy Yeyati y Lucio Castro presentan una serie de cuadros estadísticos simples que contribuyen a comprender tres aspectos esenciales para desmitificar la “reindustrialización” propagandizada por el gobierno.
El especialista en temas de energía, Jorge Lapeña hace en, SÓLO OTRA POLÍTICA ENERGÉTICA EVITARÁ NUEVOS APAGONES, una descripción técnica de lo sucedido el miércoles 7, lo que demuestra que las autoridades estuvieron ausentes ante la crisis desatada por una demanda normal y que se careció de un plan de contingencia.
En la sección internacional, Peter Hakim explica, POR QUÉ GANÓ OBAMA. Un frágil y lento crecimiento económico, cuatro años de desempleo obstinadamente alto, la derrota de los Demócratas en las elecciones para el Congreso hace solamente dos años, y el continuo bloqueo político que ha frustrado la mayoría de las iniciativas de la Casa Blanca. Todas éstas son razones por las que Barack Obama podría no haber sido capaz de obtener un segundo mandato. Pero lo hizo, y con bastante holgura.
En, DESPUÉS DE LA VICTORIA, Dante Caputo hace lo propio, analizando cómo será la nueva política exterior del reelecto Barack Obama. El peso de Washington en el mundo. El futuro de la relación bilateral con la Argentina. El ejemplo de Brasil. Los costos de las oportunidades perdidas.
Reinaldo Escobar se interroga sobre ¿QUÉ FUE EL FIDELISMO? E intenta responder de entre las opciones que propone: ¿Largo performance, acto de prestidigitación, operación de marketing, coacción bajo amenaza, conquista amorosa, estafa o logro irrefutable? Provocante.

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Algo Personal

Si la política se rigiese por las reglas del Juego de la Oca, podría decirse que el proyecto de re reelección de Cristina Fernández de Kirchner retrocedió dos casilleros. Pero conociendo al kirchnerismo –y su desapego a cualquier regla – también podría decirse que son dos pasos atrás para tomar carrera hacia la próxima embestida por el objetivo máximo.
El aire del peronismo está enrarecido por esta calma aparente en la que los distintos signos y gestos se interpretan de muchas maneras. Daniel Scioli, sin encaramarse del todo y repitiendo que sólo será candidato si Ella no puede, se reúne con el gobernador – ex menemista furioso – Luis Beder Herrera, camina junto a los intendentes amigos y tiene acorralado al antes combativo Gabriel Mariotto, quien como dogo fiel ha sido maniatado por su amo para que deje de chucear al gobernador de Buenos Aires..
Scioli confía que en el escenario supuesto de la no re reelección, el traje de sucesor del kirchnerismo le calzará de manera inevitable para todos los jugadores del PJ y de los que ocupan hoy la Casa Rosada. El veterano peronista Julio De Vido no estaría en desacuerdo con esta posibilidad. El problema surge con los kirchneristas no peronistas, aquellos que le insuflan aire a Unidos y Organizados y que quedarían fuera del calor del sol de un eventual gobierno del motonauta. ¿Dejará la presidente que esto ocurra? ¿Dejará “el modelo” en manos de alguien que no lo encarna?
Por su parte, Sergio Massa, el dirigente bonaerense que mejor mide, sigue armando ligas de intendentes que amenazan dar batalla al gobierno y se constituye en un enigma, tanto para Scioli como para el kirchnerismo, salvo que tenga algún acuerdo secreto con algunos de los dos.
En la interna peronista también talla el siempre candidato José Manuel de la Sota, denostado por el gabinete nacional en pleno por haberle hecho a la ministro Deborah Giorgi lo que el kirchnerismo hace en la mayoría de todos los actos provinciales: retar, ningunear y copar los escenarios con militantes de La Cámpora. Sus eternas ambiciones lo llevan a diferenciarse en momentos en que el oficialismo enfrenta dificultades serias, aunque no terminales.
Parte de esas dificultades generaron las manifestaciones masivas del 23 de septiembre y del 8 de noviembre en donde podría decirse – grosso modo – que expresó el malestar de las clases medias, en tanto que el primer paro nacional efectuado el 20 de noviembre, sumaría el descontento de sectores trabajadores. Estos “logros políticos” del cristinismo aumentan el grado de aislamiento del gobierno y, obedeciendo a su naturaleza, endurecen su discurso. Cabe recordar que el aislamiento es una consecuencia inevitable del modo centralizado y personal de llevar las cosas públicas de este gobierno. El aislamiento es resultado lógico del unicato de Cristina Fernández de Kirchner.
En las masivas movilizaciones, el gobierno pretende ver el odio y el ánimo destituyente de una derecha siniestra, acompañada por una clase media boba. En verdad, está intentando que alguien de la derecha se constituya en el líder de una oposición que es muy variada. Sin embargo, esa polarización tan necesaria para la lógica política binaria del kirchnerismo, no cuaja.
Las encuestas indican que ningún referente político capitaliza el descontento, que Hugo Moyano sigue teniendo irremontables índices de rechazo – más del 70 por ciento de imagen negativa – y que además, sus intentos de aliarse con Scioli y Mauricio Macri han sido fallidos. Macri sigue enredado en su laberinto, aunque con el acuerdo alcanzado en la legislatura porteña con el kirchnerismo, se ha hecho cargo del subterráneo, a casi un año de iniciado el traspaso gatillado por la tragedia de Once, la que nueve meses después tiene al ministro De Vido hablando de re reelección y exculpado del caso.
Si la relación con Moyano está rota y es claramente tibia la situación con la CGT oficialista de Antonio Caló y la CTA oficialista de Hugo Yasky, los vínculos con los trabajadores están dañados. Si la presidente aparece fotografiada con Gerardo Martínez, Armando Cavallieri y otros “gordos” en la UIA, la ideología revolucionaria del “modelo” se contradice. Si el encono presidencial con las clases medias, lleva a la jefa de Estado a decir “no me imagino a Kosteki y Santillán viajando a Miami con sus familias”, las clases medias se siguen alejando. Si Unidos y Organizados es la etapa superior del kirchnerismo liderados por “El Cuervo” Larroque, Luis D´Elía, Emilio Pérsico y Milagros Sala, la columna de poder del kirchenrismo es cada vez más delgada.
Entonces, el aroma a fin de ciclo inunda la escena política, más allá de que no asome en el horizonte una figura o un partido que encarne el recambio. Por otra parte, esa emergencia demasiado lejana del 2015 podría alimentar el ánimo pendenciero de un oficialismo acorralado.
Hacerse cargo
Se ha dicho aquí que este será el primer gobierno peronista que deba hacerse cargo de los resultados de sus acciones u omisiones políticas. La inflación, ocultada y “toqueteada” – como sostuvo el presidente José Mujica – obligó a una serie de controles de cambio cada vez más alambicados y engorrosos, a la vez que gatilló el problema del Mínimo no Imponible, las asignaciones familiares y la necesidad de reajustar jubilaciones y la AUH. La irresuelta situación de deuda del país, que incluye ausencia de negociación con el Club de París, alejó la posibilidad de invertir en energía, infraestructura y otros, en momentos en que los dólares sobran en el mundo. La maraña de subsidios que llevaron, entre otros, al agotamiento de la red de transporte público y cebaron la corrupción. La patente de corso que el kirchnerismo le había extendido a su aliado Hugo Moyano para cortar rutas y bloquear empresas, se han convertido en un “apriete” al gobierno. Y los herederos de Kosteki y Santillán que marcharon el 20 N a cortar los accesos a las ciudades del país, revelan que la pobreza sigue siendo un problema grave.
Ante todo esto, la única alternativa es reconocer que hay que efectuar un cambio en aquellas cosas que andan mal y que conducen al colapso, sin que eso implique “volver al neoliberalismo” como sostiene el oficialismo. Por ahora, el gobierno sigue planteando un desafío más propio de una administración legalista que de una arenga revolucionaria, como la que pretende protagonizar: el poder se dirime en las urnas y no en las movilizaciones. Respuesta que está afincada en un 54 por ciento que ya quedó lejos en el tiempo. Es ilusorio pensar que tanto descontento no se traduzca en votos en el 2013 y en el 2015.
Las Cortes
Tanto en la disputa por la ley de medios, como en el litigio por el embargo de la Fragata Libertad y con los holdouts, el gobierno recurrirá a las instancias superiores de la justicia nacional e internacional. En el primer caso, el juez de distrito Thomas Griesa ordenó que en lugar de que pagar directamente a los demandantes, la Argentina debe depositar el dinero en una cuenta de garantía para el 15 de diciembre, rechazando así la solicitud de nuestro país de mantener su orden previa para frenar pagos a inversores que no participaron en los canjes de bonos de deuda soberana impaga.
Griesa, fue más allá en su fallo y señaló que ante declaraciones de funcionarios argentinos de alto rango diciendo que el país no pagaría a los llamados fondos buitre, considera: “que estas amenazas de desafío no pueden pasarse por alto, y que se requiere una acción". En Buenos Aires, se piensa en recurrir a la Suprema Corte de ese país para resolver la cuestión, aunque los tiempos apremian.
En el caso del llamado 7D, el gobierno sigue con la estrategia de resolver en la Corte este dilatado conflicto. El Grupo Clarín, también acudió a la Corte para alegar "indefensión y privación de justicia". En un escrito, solicitó al máximo tribunal que disponga la extensión de la medida cautelar que tiene vigencia hasta el 7 de diciembre ante la falta de un tribunal que se expida a tiempo, antes de esa fecha, aduciendo las renuncias y remociones de jueces que debían abocarse al fallo. La presentación se basa en el fallo de la Corte del 22 de mayo de este año que dispuso la fecha del 7 de diciembre como tope de la cautelar, señalando: "lo aquí decidido en cuanto al plazo de vigencia de la medida cautelar podrá ser revisado, en caso de que se verificasen conductas procesales orientadas a obstaculizar el normal avance del pleito".
En esa marcha hacia la fecha que el gobierno considera crucial y en la que ha gastado ingentes recursos públicos para propagandizar su postura, según algunas encuestas, el 61 por ciento de la población cree que la libertad de expresión no está en juego y el 32 por ciento considera que ese día no ocurrirá nada. Es claro que el kirchnerismo tiene demasiadas energías puestas en asuntos personales, los problemas serios de todos, siguen ahí.

 

Publicado en Escenarios Alternativos

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Lectura Muy Recomendada. Escribe Juan Carlos Torre

The Only Game In Town: Peronismo para Todos

 

A lo largo de los 30 años de la restauración democrática hemos asistido a un fenómeno político de gran relevancia, el fin de la ley de hierro de la competencia electoral en  Argentina según la cual en elecciones libres el ganador natural del premio mayor, la presidencia,  debía ser el  peronismo. En 1983 primero y, después en 1999, a la hora de contar los votos el peronismo debió admitir su derrota. Estos dos episodios mostraron que el polo político no peronista podía imponerse en las urnas y acceder al gobierno. Esta fue una constatación auspiciosa para la salud de la restauración democrática.  Ahora bien, si extendemos la mirada constatamos también otro fenómeno político: los presidentes  electos por obra de la derrota del peronismo no lograron concluir sus  mandatos. Para decirlo de otro modo: el polo no peronista pudo reunir los votos necesarios para acceder a la presidencia  pero no pudo reunir la capacidad de gobierno necesaria para mantenerse en ella y eventualmente para  aspirar a un nuevo mandato.

A fin de colocar en perspectiva las vicisitudes del polo no peronista quiero evocar, siguiendo una referencia hecha por Javier Zelasnik, el patrón de funcionamiento  que  caracteriza al sistema político de  Suecia. Allí  tenemos que un partido -la socialdemocracia- gana y gobierna   durante varios períodos consecutivos gracias a la fragmentación de la oposición hasta que arriba a una contienda electoral en la que es derrotado por una coalición de partidos rivales; ocurre, sin embargo, que  esta coalición sólo consigue gobernar un período, al cabo del cual   el partido predominante   revalida sus credenciales y retoma el poder. En esta dinámica política la coalición opositora sólo está en condiciones de ofrecer un gobierno de transición entre uno y otro ciclo del partido predominante en el poder. Esto es, no logra ofrecer un gobierno de alternativa capaz de establecer una nueva trayectoria o,  para decirlo con la fórmula que ya utilizamos, consigue  llegar al gobierno pero no consigue ser  re-electa y de este modo quebrar la duradera vigencia del partido predominante.

Esta clave de lectura captura a mi juicio bastante bien los avatares de la vida política argentina. Las victorias electorales del polo no peronista se han parecido mucho, como ha señalado Andrés Malamud, a  los años sabáticos que se toma de tanto en tanto el polo peronista para reordenar su tropa y re emerger  cohesionado bajo la conducción de nuevos liderazgos y con nuevas ofertas políticas en sintonía con los nuevos tiempos.

A partir de estas premisas quisiera ahora  abordar la coyuntura política más reciente. El punto de partida lo brinda el resultado de las elecciones presidenciales de 2011. Ese resultado fue portador de una importante información. Me  refiero  a los 37 puntos de diferencia que distanciaron la victoria de la presidente Cristina  de la candidatura más votada entre las agrupaciones del polo no peronista. Esa formidable brecha puso de manifiesto el rasgo distintivo del panorama político actual, más concretamente, la pérdida de competitividad del sistema de partidos. Esta pérdida de competividad, ha destacado Ana Maria Mustapic, tiene un gran impacto sobre el ejercicio del poder gubernamental. Un sistema de partidos competitivo presupone la expectativa de una alternancia en el timón del gobierno, y esa expectativa tiende a operar como un factor de moderación entre los ocupantes del poder. Hoy en día esos 37 puntos de diferencia a que aludimos hablan bien a las claras de que no hay rivales a la vista, es decir, no hay una oposición en condiciones de desafiar el  actual predominio del polo peronista sobre el mercado político-electoral. Por lo tanto, no existen o son muy débiles las barreras de contención política a la gestión del poder  por el partido gobernante.

Circunstancias como éstas contribuyen a  recrear un fenómeno conocido en la historia política del país: el peronismo en el gobierno  tiende a comportarse como un sistema político en sí mismo, vale decir, a actuar simultáneamente como el oficialismo y la principal oposición. Dos son los factores que suelen promover esta dialéctica política. El primero de ellos es la amplitud y por lo tanto la diversidad de los apoyos que reúne como coalición de gobierno. La gravitación de este factor fue ostensible durante la administración del presidente Menem. Una vez en el gobierno Menem  supo hacer un viraje hacia el mundo de los negocios y las políticas de mercado sin perder por ello el respaldo de  las bases tradicionales del peronismo. El costo de ese virtuosismo político es conocido: las principales tribulaciones por las que pasaron sus iniciativas le fueron ocasionadas por sus partidarios en el Congreso, en las provincias, en el sindicalismo, que se comportaron efectivamente como la principal oposición. En términos comparativos, la incidencia de este primer factor ha sido claramente menos importante durante la gestión del matrimonio Kirchner.  Su coalición de gobierno no ha sido tan amplia como la que montó Menem; en consecuencia, no se caracteriza por tanta heterogeneidad de intereses ni tanto contraste de visiones. Además, el giro anti-noventista emprendido a partir de 2003 ha estado más sintonizado con intereses y visiones típicamente peronistas, como  el estatismo, el proteccionismo, la beneficencia social. De allí  que las políticas públicas no hayan sido, como en los años de Menem, un terreno de conflictos.

El segundo factor que activa el contrapunto oficialismo/ oposición cuando el polo peronista gobierna  en su condición de partido predominante es la falta de reglas consensuadas para dirimir los problemas de sucesión en el liderazgo y por ende en el control del poder. La repercusión de esta ausencia  fue visible en el trámite traumático del conflicto que opuso las aspiraciones rivales del presidente Menem y de Eduardo Duhalde, que se postulaba como su sucesor. Conocemos el desenlace: Duhalde frustró las ambiciones re-eleccionistas de Menem pero no pudo evitar que él también terminara siendo arrastrado por las secuelas de la disputa. Al final de cuentas  el polo peronista experimentó en las urnas una derrota auto-infligida por la división de sus partidarios.  ¿Qué decir de los años kirchneristas cuando los observamos desde esta perspectiva ? Que  esta fuente de la dialéctica oficialismo/oposición está de nuevo productiva, como lo están mostrando las reacciones encontradas que suscita en las filas del peronismo  la pretensión apenas encubierta de Cristina Kirchner de extender su mandato presidencial.

Si bien es tributario de su débil institucionalización como organización partidaria, el conflicto en ciernes que conmueve al polo peronista tiene en las presentes circunstancias  un perfil novedoso porque se está procesando sobre el telón de fondo de un proyecto ambicioso, la construcción de un pos-peronismo. En el 2005 Nestor Kirchner declaró que a su juicio el ciclo histórico del peronismo tal como lo conocíamos estaba agotado. Ese veredicto  recogía su inspiración del cuestionamiento de la izquierda peronista de corte setentista a “las formas tradicionales de hacer política” encarnadas en los jefes territoriales del partido y en los cuadros de la burocracia sindical. La cruzada regeneracionista de Kirchner, que alumbró la operación de la transversalidad y suscitó grandes expectativas entre los sobrevivientes de la experiencia del Frepaso, tropezó con un costo  de oportunidad: no se puede gobernar y transformar al mismo tiempo la herramienta principal de gobierno como es el partido gobernante. De allí que a poco de andar fuera sustituida por una salida pragmática: la tregua con los apoyos partidarios alojados en los gobiernos de provincia, en la legislatura, en los aparatos sindicales.

Luego de la rotunda victoria  del 2011 el proyecto original  ha retornado con fuerza como lo muestra la búsqueda por parte de la presidente de respaldos  menos dependientes de la estigmatizada máquina política del “pejotismo”. Rodeada de movimientos piqueteros afines, de los jóvenes de la Cámpora, del séquito de la izquierda peronista, Cristina está apretando el paso tras  la continuidad de su gestión. En su  marcha está haciendo surgir a la luz grietas crecientes dentro del polo peronista. Para las jerarquías tradicionales del movimiento la re elección de la presidente o,  en su defecto, el encumbramiento de quienes la acompañan sólo promete cuatro años más de asedio a sus bastiones territoriales y con ellos la perspectiva aciaga de ser marginados de la vida política. Este es el escenario en que se está reponiendo la dialéctica oficialismo/ oposición dentro del movimiento creado por Perón recubierta ahora por los pliegues de la pugna entre peronismo y pos-peronismo. Un observador externo a esa pugna es posible que encuentre difícil explicar la aspereza de unos  enfrentamientos que se despliegan sin freno por la ausencia de una oposición competitiva. Quienes están involucrados en ellos no padecen esa miopía, tan propia del sentido común no peronista, porque saben que disputan  por un trofeo mayor: la hegemonía sobre el principal partido nacional del país y, en ese carácter, un recurso estratégico para diseñar el derrotero del futuro político de la Argentina.

Publicado en Foco Económico

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Lecturas Recomendandas

En este número de Escenarios Alternativos presentamos la habitual Coyuntura Política, que con el título de K-TRAS-K, repasa el largo rosario de errores políticos y de gestión que está minando la base de poder del kirchnerismo y la imagen positiva de la presidente. Además, el triunfo de Hugo Chávez y la euforia del cristinismo.

Ramiro Castiñeira, en DOS DÉCADAS DE DOLARIZACIÓN, repasa el Rodrigazo (‘75), la tablita (‘78), las hiperinflaciones (‘89/’90), el plan bonex (‘90), el corralito, el corralón, el default (2001/2002), y desde hace unos años nuevamente la inflación y ahora las restricciones al mercado de cambios, explica en buena medida porqué el sector privado prefiere ahorrar en dólares y preferentemente sin intermediación de instituciones locales.

LA OPOSICIÓN NO NECESITA UNIFICARSE, titula Andrés Malamud su análisis sobre la mejor estrategia para las legislativas del años que viene. La fragmentación de los opositores suele considerarse una desventaja, pero no lo es. En 2013, como en 2009, separados es mejor.

La inflación es un fenómeno que castiga principalmente a los más pobres, ya que ellos carecen de activos de refugio (moneda extranjera, tierras, propiedades). Éste es el motivo por el cual nadie que esté verdaderamente preocupado por la inclusión social y la equidad distributiva puede distraerse cuando una economía ingresa en una fase inflacionaria, que inevitablemente agudizará la desigualdad en la distribución del ingreso. Así comienza ES HORA DE RECONOCER LA INFLACIÓN, por Alieto Guadagni.

Luis Alberto Romero, en GOBIERNOS FUERTES Y ESTADO DÉBIL analiza los argumentos de dos bandos en pugna. Para uno, el actual "modelo" incluye una recuperación de la iniciativa del Estado, que supera la larga etapa "neoliberal". Para el otro, el problema reside en la pérdida de la institucionalidad republicana y en la reducción de la democracia a un sufragio plebiscitario.

Un completo INFORME FISCAL PRELIMINAR SOBRE PRESUPUESTO 2013, elaborado por Luciana Díaz Frers, Estefanía Casadei y Juan Ignacio Surraco, permite detectar que el Gobierno sigue priorizando al gasto social (alcanzará casi el 63 %). Paradójicamente, los programas emblemáticos de protección social solo crecen 7 % anual, menos que la inflación esperada (por el sector privado).

DE CRISIS E IMPACTOS, por Carlos Fara analiza el rumbo de la opinión pública ante una serie de hechos de gran repercusión, lo que no significa necesariamente impacto en esa opinión pública.

José María Fanelli, en EL CAMBIO DE RÉGIMEN COMO POLÍTICA DE AJUSTE MACROECONÓMICO desnuda la debilidad del marco institucional del actual gobierno. Si bien las reglas de juego por sí solas no generan riqueza, su papel en el crecimiento es clave porque influyen decisivamente sobre los incentivos y la coordinación de las actividades económicas. De aquí que, dos economías con recursos idénticos, pueden mostrar desempeños muy diferentes si la calidad de sus marcos institucionales difiere.