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Cambiemos o la Continuidad

En la era de los medios de comunicación, el cineasta Juan J. Campanella llamó a votar – como única forma de desplazar a quienes ocupan los resortes del poder desde hace 12 años – por Cambiemos la coalición entre la UCR, el PRO y la CC. Esa posibilidad sólo se habilitará el próximo 25 de octubre con una segunda vuelta, lugar en el que el candidato Mauricio Macri estaría instalado con los guarismos de las PASO. Hoy parece inevitable la segunda vuelta porque Daniel Scioli, desde aquella elección primaria, no ha registrado grandes cambios a juzgar por las encuestas, y en las que sí los hay, son tan ajustados que están a merced del error metodológico propio de esos estudios.

Algunas apreciaciones de estos sondeos indicarían que Scioli no ha crecido, entre otras cosas porque no se despega del kirchnerismo y porque su faltazo al debate presidencial del 4 de octubre, una gran contradicción con su discurso “dialoguista”, le cerró la puerta que da a los votantes indecisos independientes. Además, dejó el espacio para el lucimiento de los candidatos opositores que tuvieron a mano el recordatorio permanente de su ausencia, escenificada por la presencia de su ausencia en la silla vacía.

La campaña que han hecho los candidatos – que irán al balotaje – en Córdoba indica la importancia en la disputa por los votos de esa provincia que se estarían inclinando en favor de Cambiemos. Lo mismo sucedería en Santa Fe, en ambos casos con un fuerte apoyo institucional de la UCR. El escándalo en Tucumán y el consecuente refuerzo en la fiscalización también auguran un aumento de votos en favor de Cambiemos con respecto a los resultados de las PASO, en esa provincia. Corrientes, con el arrastre del gobernador radical Ricardo Colombi en las elecciones legislativas, también dará a Cambiemos un mayor caudal electoral. La elección en la provincia de Jujuy, luego de los resultados de las PASO, anticipa el triunfo de la coalición Cambiemos, en tanto que en Santa Cruz el candidato radical Eduardo Costa tendría la chance de ganarle al apellido Kirchner y sumar adhesiones para el candidato nacional de Cambiemos.

La provincia de Buenos Aires, el bastión del peronismo, ofrece dos aristas interesantes: por un lado el crecimiento de Cambiemos con una candidata a gobernadora que obtuvo el 30 por ciento de los votos en las PASO, y la división del peronismo. En este último caso, tanto Felipe Solá, como Aníbal Fernández suponen la partición del voto peronista y al interior de esta última opción es impredecible la actitud de los votantes de Julián Domínguez que perdió a manos del Jefe de Gabinete por dos puntos.

Al mismo tiempo, la división que el kirchnerismo se esfuerza por mantener en la oposición a nivel nacional fogoneando – aunque con mucha precisión – la candidatura de Sergio Massa, se expresa particularmente en la provincia de Buenos Aires. Allí, tanto Massa como Margarita Stolbizer contribuyen a la dispersión del voto opositor en la provincia en la que no han establecido alianzas, como sí lo han hecho en Jujuy, Formosa, Chaco, La Rioja, Mendoza, Tierra del Fuego y en Tucumán con Cambiemos.

No obstante, la acción de Massa en la provincia sigue siendo un obstáculo para un oficialismo que tiene en Aníbal Fernández uno de los peores candidatos en cuanto a la consideración general. Claro que como cuando ganó su senaduría en 2011, de la mano de Cristina Fernández, confía en la tracción de Scioli.

Es importante recordar que en este distrito clave no hay segunda vuelta, la simple pluralidad de sufragios determina el ganador.

Puestos a hacer números a nivel nacional, con lo que hasta hoy está disponible, surgen algunas observaciones: los decimales van a contar para llegar a la segunda vuelta, entonces, las maniobras de la picaresca electoral pueden ser determinantes. Según datos inquietantes de las PASO, Mauricio Macri no obtuvo ni un solo voto en 1404 mesas de todo el país. Esto implica que miles de votos pueden haber sido escamoteados al candidato de Cambiemos. Nuevamente, la fiscalización será clave para evitar las trampas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

En plena recta final de la campaña los presidenciables saben una cosa central: muchos electores deciden su voto en la última semana. ¿Scioli comenzará a decir lo que piensa sin temer el anatema cristinista? ¿Volarán carpetazos más gruesos en contra del entorno del candidato de Cambiemos? ¿Massa recibirá más apoyo oficial? ¿Seguirán las chicanas acerca de la gobernabilidad en peligro en manos de Macri? Todas estas cosas son probables, lo único seguro es que si el voto opositor no se suma a la propuesta de Cambiemos, la continuidad estará asegurada.

La segunda vuelta

A comienzos de la Tercera República Francesa (1871­1940), tras el fin de la guerra francoprusiana, se utilizó por primera vez el mecanismo del “ballottage” o segunda vuelta electoral con el fin expreso de ungir gobiernos con amplia gobernabilidad. Con este mismo sentido se aplica desde entonces y se incorporó a nuestra Constitución en 1994. Cabe recordar que el peronismo siempre opuso resistencia a adoptar el mecanismo de segunda vuelta, inclinándose por la elección a simple pluralidad de sufragios, tratando de evitar cualquier instancia que incentive al resto de los partidos a aliarse en su contra.

Sin embargo, las negociaciones de la Convención Constituyente plasmadas en el “Núcleo de Coincidencias Básicas” y la Reforma del ’94, otorga la posibilidad a la UCR de ser protagonista en un segundo turno, mediante la construcción de coaliciones o alianzas electorales.

Hoy se han abierto análisis sobre quien ganaría la segunda vuelta del primer balotaje de la historia nacional, en este caso entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Más allá de los futuros probables, existe en nuestro país una breve, pero rica experiencia en las provincias en las que hay ballotage. Recordemos que son las menos, pero en esa historia, la reversión del resultado no es un fenómeno extraño. En las cuatro provincias donde está previsto el ballotage fue necesario recurrir a él en 13 de 23 elecciones para dirimir la gobernación, y en 7 ocasiones se revirtió el resultado. Es decir, la mitad de las veces que hubo segunda vuelta, quien ganó la primera vuelta resultó derrotado en la segunda.

Esto ocurrió en Tierra del Fuego en 1999, 2003, 2007 y 2011, elecciones en las que el peronismo ganó la primera vuelta y perdió en la siguiente. También en los comicios donde resultó electo Aníbal Ibarra en la Ciudad de Buenos Aires (2003), Ricardo Colombi en Corrientes (2001), y Ángel Rozas en Chaco (1995).

Seguramente se harán más prolíficos los análisis, después del 25 de octubre.

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