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Final de Partida y Comienzo de la Transición

La derrota del oficialismo en la elección del último domingo de Octubre confirma la liquidación de la hipótesis de la reelección anticipada en las PASO y da inicio a la transición, entendida como un periodo de cambio entre dos situaciones  políticamente estables, que concluye con la elección presidencial del año 2015.

Esta nueva etapa es, además, inédita. Por primera vez en su historia, el peronismo  en el ejercicio del Gobierno deberá afrontar un doble desafío: las consecuencias del facilismo económico de sus políticas públicas y, al mismo tiempo, resolver una disputa por el liderazgo de esa fuerza política.

Guillermo O’ Donnell tipificó las transiciones – de los regimenes autoritarios a la democracia – según la capacidad de los gobiernos de influir en la dinámica y el contenido de los procesos.

Desde esa lógica analítica, los dos próximos años serán tanto menos problemáticos cuanto más responsable sea la relación entre un gobierno impactado por  el resultado electoral  y las distintas facciones peronistas necesitadas de sobreactuar sus diferencias.
En otras palabras, está fuera de discusión que el dispositivo de poder – fundado en la relación virtuosa de desempeño económico y legitimidad electoral – que rigió en los últimos diez años llegó a su fin y lo que falta saber es cómo el peronismo procesará ese final de partida.

En efecto, ese cambio de época se evidencia en dos indicadores duros: a fin del año próximo, el stock de reservas – si se mantiene el ritmo actual de caída de más de mil millones de dólares mensuales – será el de finales del año 2001, es decir, alrededor de veinte mil millones de dólares; y siete de cada diez argentinos, al negarle el voto al oficialismo, expresaron su discrepancia con la propaganda de la década ganada.

A partir de ahora son más los interrogantes que las certezas: ¿Asumirá el gobierno la necesidad de restablecer el superávit externo, la solidez fiscal y la competitividad económica perdidos, aún a costa de afectar el relato oficial? ¿Los grupos peronistas que no se sienten representados por el Gobierno, estarán dispuestos a apoyar decisiones oficiales que puedan ser vistas como costos políticos o, en su defecto, acompañarán en silencio el deterioro creciente de la situación social?

En el plano institucional, las distintas facciones peronistas: ¿podrán evitar que las legislaturas y los concejos deliberantes se conviertan en zona de trabajos prácticos de la disputa por el poder partidario?, sobre todo en la Provincia de Buenos Aires que gobiernan desde hace más de veinticinco años.

En el mundo no peronista, la UCR, el Socialismo, la Coalición Cívica, el GEN y Libres del Sur, demostraron que superaron, no sin esfuerzos, los sistemáticos intentos de cooptación diseñados desde el poder. No sólo eso, pudieron ganar en siete provincias, salir segundos en otras once, triunfar en doce ciudades capitales de provincia y constituirse, con un contingente legislativo de ochenta diputados y senadores, en la principal alternativa al Gobierno en el Congreso de la Nación.

El desafío para ese Polo Democrático y Republicano que se consolidó en la última elección es demostrar que existe la capacidad para construir una coalición -con aptitud de gobierno y apoyo parlamentario- que formule una propuesta de reconstrucción institucional, represtigio internacional del país, transformación productiva e inclusión social.

Pero todos los actores involucrados – Gobierno, peronismo y oposición- tienen que contribuir con sus actos y decisiones a hacer previsible el futuro reduciendo las incertidumbres y así poder desmentir a Julio Cortazar que una vez escribió que la realidad no tiene estilo ni talento.

 

Artículo Publicado en Clarín

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