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DE LA GUERRA (Y LA POLÍTICA)

A un lustro de la muerte del presidente Raúl Alfonsín, sus ideales siguen más vigentes que nunca. La economía en precario equilibrio. Los malabares de las provincias en un año duro. El lanzamiento del Frente Amplio Unen.
Karl von Clausewitz definió a la guerra como la continuación de la política por otros medios. Tal vez enrolada en este pensamiento, la dictadura militar decidió en 1982 que la mejor estrategia era la “profundización” del reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, a través de las armas. Algo lógico si se inscribe a estos personajes – más o menos célebres – en el arte de la guerra, no de la política, del mero poder, y no de la democracia.
La crisis ucraniana, a raíz de la anexión de una parte de ella (Crimea) a la Federación Rusa, es tributaria del más puro pensamiento militarista, antidemocrático y oportunista que pone en riesgo el delicado equilibrio sobre el que se asienta la paz en esa región.
En un sentido opuesto, el gobierno de Raúl Alfonsín dio preeminencia a la política como el arte de resolver los conflictos de intereses a través de la deliberación, en un país que venía de dirimirlos con las armas desde hacía diez años, al ordenar el enjuiciamiento de las juntas militares y resolviendo por la vía de la negociación los litigios limítrofes con Chile, llegando incluso al referendo popular para doblegar la cerrazón del peronismo.
En ese contexto se produjeron dos fenómenos. Uno externo: la recuperación del prestigio internacional de la Argentina, con la decisión de regresar a la Asamblea General de las Naciones Unidas en donde se obtuvo el respaldo casi unánime de la comunidad internacional para que se cumpliese con el mandato de la resolución 2065/65, que dejaba totalmente aislado al Reino Unido, en lo que refiere al reclamo de soberanía sobre las Malvinas. Otro interno: la comprobación de que la democracia se asentaba sobre una justicia efectiva para preservar los derechos humanos. Así, el respeto por el Estado de derecho alejó la posibilidad de que la venganza personal se desplegara, tal como sucediera luego de la Segunda Guerra Mundial en varios de los países europeos ocupados por los nazis y sus colaboradores.
Del mismo modo en que las relaciones internacionales de nuestro país siguen un derrotero errático y contradictorio, las decisiones y el ejemplo de los gobernantes hacia adentro de la sociedad han provocado la agudización de comportamientos anómicos.
Hacia afuera, la decisión de aplicar el principio de la integridad territorial o el principio de la autodeterminación de los pueblos, según convenga, o apoyar regímenes y líderes de dudosa reputación democrática, deja mal parada la reputación Argentina. Hacia adentro, el mutismo por los saqueos y las muertes de diciembre pasado y la reducción de los problemas de la inseguridad al fenómeno de exclusión social, dan una pobre imagen del gobierno. ¿Acaso la “década ganada” no fue un éxito inclusivo? La tesis que la presidente-madre, esbozara en su última cadena nacional, parece contrariarla in toto.
A cinco años de su fallecimiento es importante resaltar que muchas de las políticas, valores y estrategias del presidente Raúl Alfonsín son un legado de gran actualidad y todavía marcan un norte para alcanzar una democracia de mejor calidad. Pero esa democracia no está fundada en el carisma del líder, ni en la prebenda del demagogo, sino en el camino más difícil del respeto a las normas y la construcción de ciudadanía.
Más déficit, más inflación, más devaluación: menos salario.
A una semana de la presentación del dato de crecimiento para el año 2013 con la nueva base 2014, se supo que el déficit de febrero fue de algo más de 7000 millones de pesos, esto es el resultado de un gasto que creció un 41 entre febrero de ambos año, es decir más que la inflación de 2013.
El primer dato – PBI del 3 por ciento para todo el año pasado – derribó las esperanzas de los bonistas que vieron desactivado el detonador del 3,22 por ciento necesario para el pago del cupón en 2014, generando un derrumbe de los precios de estos títulos, ya que muchos tenedores de los mismos interpretaron rápidamente que no habría un desembolso en 2014 por este concepto. La forma del nuevo cálculo, tan misteriosa como el del nuevo IPC, será “revelada” la última quincena de abril. Esto despierta, a su vez, las sospechas sobre el “dibujo” de Guillermo Moreno y su patota en el Indec, de los números de crecimiento de los años anteriores, como así también la grave “sobreestimación” de 8000 millones de dólares en exportaciones de 2013.
Con una inflación esperada en torno al 3 por ciento para el mes de marzo, el salario perderá una buena parte de su poder adquisitivo. Por otro lado, superada la pauta que el gobierno había estimado en el 25 por ciento, el dólar a 8 pesos no podrá seguir, menos aún si el ritmo inflacionario se mantiene constante. Este ciclo vicioso de desajuste es producto de medidas aisladas de ajuste fiscal y política de ingresos, en vez de aplicar una estrategia global contra la inflación.
En este marco, la reducción de subsidios no resolverá el problema fiscal, aunque hará mella en los bolsillos castigados de los usuarios que pierdan el beneficio. Y si bien la posibilidad de volver a los mercados es una salida al ahogo, sería un muy mal negocio tomar deuda para tapar agujeros de ese calibre.
Con este escenario, el 2014 deparará un descenso de la actividad económica y del consumo – de hecho hoy los depósitos crecen más que los créditos – con una más que probable reducción del empleo.
El aumento de las tasas de interés – para frenar el circulante y su “pase” al dólar – contrajo el financiamiento a empresas y particulares y abrió la mesa de la especulación financiera. En marzo, según datos oficiales, los bancos captaron unos 12000 millones de pesos, una cifra impensada para esta época del año; y 8500 millones de cuentas a la vista.
Negar la inflación no ha hecho más que agravar sus efectos y prolongar el deterioro que causa. Aquí, nuevamente recordamos que en su exposición ante estudiantes de Harvard, la presidenta afirmó que “un país con más del 25 por ciento de inflación estallaría por los aires”. La Argentina parece ser más resistente que esa presunción.
Provincias en rojo
En el último mes se verificaron fuertes discrecionalidades en las transferencias automáticas que, si bien revisten ese carácter, se han diferido en el tiempo, según el receptor. Pero ahora no sólo la voluntad política rige esos favores, sino el comienzo de las dificultades para realizar esas transferencias. En Estados provinciales que dependen de la coparticipación para sostener el empleo público, aumentos del 30 por ciento, como el alcanzado por los docentes de Buenos Aires, serán exigidos por los estatales provinciales, empeorando una situación fiscal que ya es precaria.
El “veranito” de un dólar algo más competitivo pasará pronto, por lo expuesto más arriba. Ya se registra el cierre de una ensambladora de cosechadoras en Entre Ríos y la industria automotriz radicada en Córdoba suspende personal y adelanta vacaciones. Es decir que las provincias tienen panoramas más que complejos de cara a un año electoral.
Lo que antes el matrimonio Kirchner controlaba a fuerza de billetera, ahora lo hará regulando la escasez. La pregunta es ¿qué margen de maniobra tendrá frente a gobernadores peronistas con futuro político?
Ernesto Sanz, arquitecto del Frente Amplio Unen
El próximo martes 22 de abril hará su presentación en sociedad, en el Teatro Broadway, del Frente Amplio Unen, integrado por la Unión Cívica Radical, el Frente Amplio Progresista, la Coalición Cívica y Proyecto Sur.
Esta fuerza presentará su plataforma y luego sus candidatos que dirimirán en internas abiertas – tal como lo hiciera Unen en la Ciudad de Buenos Aires – la fórmula para las elecciones presidenciales y legislativas del año que viene. Allí se anotarán Ernesto Sanz, Julio Cobos por la UCR y Hermes Binner por el FAP, aunque no se descarta que integrantes de UNEN como la diputada por ese espacio Elisa Carrió, y el senador Fernando Solanas, también lo hagan.
El presidente de la UCR, Ernesto Sanz evaluó que “lo que se termina en 2015 es la etapa del péndulo, en la que el menemismo nos llevó al extremo de creer que el mercado iba a resolver todo y el kirchnerismo nos llevó a creer que el Estado iba a resolver todo. Ni lo uno ni lo otro resuelve todos los problemas”.
Cabría agregar que ese péndulo vuelve a la carga con Sergio Massa y Daniel Scioli como exponentes de un peronismo que se recicla en el poder, pero que carecen de las respuestas a los problemas cotidianos y a uno central: construir una democracia de calidad y un Estado acorde al siglo XXI.

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