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El Libro sobre la Coordinadora Radical

Oscar Muiño, abogado y periodista, acaba de publicar un libro que, estoy seguro, será atracción de muchos, radicales o no.

Lo será por muchas razones: por su recopilación documental, hasta donde conozco la más completa; por su facilidad de lectura, a pesar de sus más de mil páginas entre los dos tomos y por su honestidad intelectual al evitar la manipulación de los hechos y la falsificación de la historia, sin perjuicio de su apasionado compromiso.

En su tomo de relatos se incluyen entrevistas a Carlos Becerra,  Luis “Changui”  Cáceres, Carlos Cebey, Víctor De Martino; Daniel González, Cristina Guevara, Héctor “Cachi” Gutierrez, Ricardo Lafferriere, Hernán Lapieza, Leopoldo Moreau, Enrique Nosiglia, Gregorio Pomar, Juan “Boni” Radonjic, Aníbal Reynaldo, Federico Storani, Marcelo Stubrin y quien esto escribe.

La Otra Juventud: de la Insignificancia al Poder. Protagonistas y relato de la Junta Coordinadora Nacional de la Juventud Radical (1968-1983) , que así se llama el libro fue presentada por Roberto Starke y Julio Blanck el martes pasado en el Club Español.

Vale la pena citar al autor cuando en el prefacio dice:

“ Mientras muchos escuchan las campanas de la hora de la espada, otros buscan en la movilización y la voluntad popular la base de toda legitimidad. La lucha armada no es la única corriente de la rebelión. La vida alumbra una luz más opaca, incapaz de ofrecer los destellos de las armas, ni la sonoridad de los combates. Es La Otra Juventud.

Esa otra mirada protagoniza actos y  marchas, construye organismos de masas y desparrama convivencia. Aún en épocas de apatía popular, no toma las armas. Prefiere las urnas, decide que el poder no nace de l boca del fusil, sino que se afianza en la voluntad general. Y algo más: el derecho de El Otro a su propia existencia y a su propia conciencia.”

3 respuestas a «El Libro sobre la Coordinadora Radical»

Adjunto el texto de Julio Blanck en la presentación del libro de Oscar Muiño.
1.132 páginas de pura pasión.
Julio Blanck

1.132 páginas de testimonios personales, de historias que pasan como una sucesión vertiginosa, con la fuerza de los hechos contados y vividos.

1.132 páginas de militancia puesta al servicio de una idea y una esperanza que pueden estar ajadas por el tiempo y por las desventuras, pero que laten allí con la misma potencia vital que empujó allá lejos en Setúbal, porque “en el principio fue Setúbal”;

Esa misma potencia vital que movilizó en los años ´70 de sangre y fuego, que es donde esa “otra juventud” que tan bien individualiza, recorta y define y rescata Muiño, terminó de forjar sus convicciones; y lo hizo contradiciendo, muchas veces en lo sustancial, el viento que soplaba fuerte en aquellos tiempos;

La misma militancia que estalló en los años ’80 del radicalismo de masas y la democracia con Alfonsín.

Y que hizo de la Coordinadora un sustantivo inesperado en la política argentina, un sustantivo al que nadie vio venir; un actor temido, también demonizado, puesto de cara a un desafío que quizás excedió sus fuerzas.

Pero que al mismo tiempo dio lo que hasta hoy es el último testimonio en la política argentina de una fuerza juvenil que llegó a integrar y a tomar parte de las decisiones en un gobierno democrático habiendo sido construida desde la base.

Una fuerza que no nació al calor de la chequera de ningún gobierno, ni cobijada por delegación familiar de quiénes ocupan transitoriamente, siempre transitoriamente, el poder.

Y no hablamos sólo del ensayo actual de La Cámpora. También hablamos del Grupo Sushi a quien, como su nombre lo indica, se lo comieron frío.

Dice Changui Cáceres: “Éramos un grupo de pendejos medios deshilachados y desparramados por todo el país. Pero fuimos armando lo que tal vez haya sido el último semillero importantes de cuadros políticos”.)

Dice Ricardo Lafferriere: “Los radicales de carne y hueso no tenían nada que ver con lo que nosotros decíamos. Querían la democracia, pero una democracia que permitiera poner en caja al peronismo para que no jodiera”.)
El sueño de un país mejor, la causa de una Argentina con más libertad, justicia, igualdad, está en cada renglón, en cada página, en cada documento reproducido, en cada foto vieja que convoca a la nostalgia (imperdible la de Muiño con Alfonsín en marzo de 1972).

Y allí está el formidable capital intangible de estos dos libros que son una sola obra.

Para quien, como yo, por razones profesionales tuvo oportunidad de conocer más o menos de cerca a la Coordinadora, a sus principales dirigentes, a sus cuadros, a partir de 1983, que es cuando la historia que cuenta Muiño entra en sus tramos finales, la obra permite volver desde aquel momento de irrupción en el poder hacia atrás, hacia el origen

Podemos rastrear aquellos debates iniciales, encontrar las tensiones y las ideas que confluyeron en el “Manifiesto de una generación radical” y bucear en la intensidad del esfuerzo de esa generación por entender el tiempo que les había tocado vivir, por insertarse en la corriente tumultuosa de aquella sociedad compleja, desigual y violenta, tratando de influir en su destino.

En los testimonios se suceden los hechos centrales:

La reacción ante el golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Illia.

Las acciones de hostigamiento al régimen de Onganía.

Los actos relámpago, aquellos primeros ejercicios para ganar la calle.

La influencia de las ideas y la acción de Che Guevara.

Las lecturas de Gramsci, Sartre y Marcuse.

La participación en el Rosariazo y el Cordobazo.

La cárcel, las amenazas, la represión, más tarde la Triple A.

Y frente a eso, las actitudes, que hoy llamaríamos “heroicas” siguiendo el relato dominante y también el rigor de los hechos. Pero el pudor radical no se permitiría semejante calificación.

Y aparecen las primeras, fervorosas discusiones, acerca de la vía revolucionaria y la lucha armada.

La interacción con otras fuerzas políticas, en especial el peronismo y la izquierda. Y los contactos con el sindicalismo combativo.

Todo eso estuvo en el génesis de esta historia, puede decirse de esta epopeya, y está también en la obra de Muiño.

Y nos encontramos en ese recorrido con un punto fundamental, que es la sustancia de la historia que cuenta la obra. Y es la decisión de aquellos jóvenes radicales de lanzarse a la conquista del poder.

La cuestión del poder es, a mi entender, uno de los elementos que hizo a Alfonsín distinto y mejor que cualquier otro radical contemporáneo.

La cuestión del poder es, también, lo que hizo de la Coordinadora una herramienta fundamental para que el radicalismo y Alfonsín llegaran adonde llegaron.

Por cierto, la insolencia de Alfonsín, al pretender sentar a los partidos políticos en la misma mesa donde las corporaciones se habían acostumbrado a repartir el poder y sus decisiones, marcaron a fuego aquella larga primavera democrática, que enfrentó todo tipo de oposiciones, que quizás pretendió más de lo que era capaz de alcanzar y que terminó abruptamente en la Semana Santa de 1987.

Después, y vuelvo a la obra, Muiño identifica en la derrota electoral de setiembre de 1987 el punto de inflexión en el que esta historia empieza más claramente su camino de retroceso, ya sin retorno.

No quiero centrarme más de lo imprescindible en la mención a los testimonios personales, porque podría incurrir en una diferenciación incómoda que Muiño, sabiamente, evita en su trabajo.

Pero a propósito de la cuestión del poder, para mí central, encontré algunas palabras emblemáticas.

Dice Leopoldo Moreau: “Alfonsín fue el primer dirigente radical que entendió que la política no se limitaba a la vida de los partidos, sino que también estaba en los movimientos de masa de la sociedad, en las organizaciones sociales”

Dice Coti Nosiglia: “Con Illia los radicales habían gobernado bien y con honorabilidad, pero no habían construido poder político (…) No había transformación posible sin el apoyo de los sectores más dinámicos de la sociedad: la juventud y el movimiento obrero”.

Dice Marcelo Stubrin: “Alfonsín apostó a la recuperación de la vocación mayoritaria del radicalismo. Ese fue nuestro contrato de entrada”

Pero también estaban los interrogantes que no se acallaban, una rebeldía que no sólo tenía que ver con la edad, una pretensión autónoma y cuestionadora que después se haría incómoda.

Y llegaron entonces las tensiones hacia el interior del poder, cuando la tensión entre intereses y visiones contrapuestas se ponía en juego y las decisiones a tomar eran siempre acuciantes, siempre definitivas|, en un gobierno que debía construir democracia desde la nada.

Dice Ricardo Lafferriere: “Teníamos una relación de igual a igual con Alfonsín. Antes nos sentíamos más que Alfonsín. Y con el tiempo fuimos mucho menos que Alfonsín”

Dice Carlos Becerra: “En las crisis éramos buenísimos, pero cuando el agua se calmaba y había que gobernar no sé si éramos tan buenos”

Formalmente la historia que cuenta Muiño llega hasta el ’83, pero adentro de la obra, en la voz de sus protagonistas, esa historia sigue y se adentra en los días de Alfonsín.

Explora la convicción estratégica de aquel Presidente y de aquella fuerza política que lo acompañaba.

Y también hay una aproximación a lo que – puede decirse hoy – fueron errores tácticos que ayudaron a aquellos que conspiraron para que el objetivo estratégico no fuese alcanzado.

Desde entonces, atravesamos muchas desilusiones, vimos caer valores que habían organizado la vida social de los argentinos durante décadas.

Muchas de las injusticias básicas que soñamos que se resolvieran con la democracia sigue allí, el drama es que casi nos acostumbramos a ellas.

La corrupción escandaliza mucho menos. El clientelismo es aceptado y premiado. La militancia es muchas veces una caricatura de lo que fue.

Los caminos que se han intentado, a veces con éxito como ha sucedido en estos últimos años, siguen llenos de acechanzas.

Y los partidos políticos asoman agotados, incapaces de ejercer una articulación democrática entre el poder y la sociedad, entre el Estado y los ciudadanos.

“De la insignificancia al poder” subtitula Muiño su obra.

También está el riesgo de desandar totalmente aquel camino. La insignificancia no es un horizonte imposible.

Pero, tomando palabras de Kipling, que Muiño pone en el final del prefacio: Es es ya otra historia. Y serán otros los que habrán de escribirla.

La verdad que es un trabajo muy bien hecho tendriamos que leernos todos los radicales que militamos en esas epoca, dicen tantas verdades.
Felicitaciones Jesus.

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