Aprecio mucho la obra de José Pablo Feinmann y lo leo desde antes que sus textos se publiciten en las carteleras de la ciudad. Me impacta la diversidad de su trabajo: guionista y periodista, ensayista y docente universitario. De su producción literaria recuerdo haber leído Ni el Tiro del Final, La Astucia de la Razón y El Mandato.
Aunque no frecuenté sus textos sobre filosofía, sí recorrí sus ensayos políticos como Peronismo, Filosofía de una Persistencia Argentina. En este trabajo, dedicado a reivindicar el peronismo, las ácidas críticas al propio Perón vienen acompañadas de algunas consideraciones muy osadas, como cuando califica de “tristemente patético” el Discurso de Parque Norte del Presidente Alfonsín en Diciembre de 1985, o llega a la arbitrariedad de imputar a la Juventud Radical de “complicidad” en arrojar, en las décadas de los sesenta y setenta, a la juventud a la violencia política . .
En El Flaco, Diálogos Irreverentes con Néstor Kirchner, su última entrega, Feinmann lo califica como el “Presidente más brillante, más lúcido, más veloz y de mejor formación política que tuvo este país” y a su señora como “una mujer de excepcional formación política, inteligente y, para colmo y desdicha de muchos miserables que quisieran verla tan horrible como una bruja “montonera”, es bonita y femenina”.
Está bien, es un juicio y es su opinión que merece todo el respeto pero, punto y seguido, afirma que existe “frente a ella, una galería de tontos y de impresentables” . Es posible que yo mismo, y tantos otros, reunamos – a su parecer- uno o ambos atributos. Lo que resulta inaceptable, y también imperdonable, es que remate la oración con una sentencia: “Todos fascistas”. Eso sí que no Feinmann. Eso no!!!.
En ese texto, tal vez inadvertidamente, Feinmann revela algo que todos sabíamos pero que nunca fue reconocido: el desinterés histórico de Kirchner por la causa de los derechos humanos. Es sabido que Kirchner nunca firmó, en su condición de abogado, un habeas corpus, ni formó parte de ningún organismo. Tampoco se conocen declaraciones suyas referidas al Informe de la CONADEP y los Juicios a los Comandantes y, menos aún, críticas a los indultos de Menem.
Entonces, cual es el origen de su repentina motivación?. La respuesta está en uno de sus “diálogos irreverentes” con Kirchner que trae el libro, precisamente en el Capítulo VI, titulado Cuestiones Teóricas: el Poder, ¿una construcción de la política?. Allí, luego de una reflexión del autor sobre el tema del poder que podría resumirse, en clave gramsciana, si éste se conquista o se construye, Kirchner le dice: “nuestro punto de partida tiene que ser los derechos humanos. ¡Ni hablamos de los derechos humanos!”.
Así, el libro de Feinmann nos permite saber que Kirchner descubríó por especulaciones de poder y cálculo de correlaciones de fuerza , y no por convicciones o imperativos éticos, la importancia de la vigencia de los derechos humanos en una sociedad democrática en una imprecisada noche, seguramente fría, de Julio o Agosto del año 2003.